Dicen los de Teatro Resistente que creen en la necesidad de una habitación compartida. Y que, con este espíritu de experimentación, de crecimiento artístico, y dejando de lado cualquier consideración de índole administrativa o de producción, se centran exclusivamente en lo creativo. A partir de ese convencimiento, ponen en marcha un laboratorio con la obra de Chéjov: El jardín de los cerezos, como uno más de muchos otros materiales potencialmente escénicos.
La idea: hacer un Chéjov andaluz, un Chéjov más cercano a nuestra historia reciente. El desarrollo: lo sitúan a mediados de la década de los 80, y a partir de esa realidad compartida con los actores, trabajan sobre lo que de él les sirve, abandonan lo que les es ajeno e inventan lo que les falta. Ahora, justo tres años después de los inicios de este laboratorio, les llega el momento y la oportunidad de mostrar su trabajo y poner nombre a este equipo humano al que han decidido llamar Teatro Resistente.
Recomendados:Dicen textualmente que nadie en su sano juicio montaría una obra de teatro con un elenco de once personas sobre el escenario. En nuestra comunidad es inviable y cualquiera que lo intente está abocado a la ruina, aunque también con elencos más pequeños. Corren malos tiempos y hemos decidido resistir, plantando cara al sistema de producción, porque no creemos en el que impera. Venimos tan solo con nuestros cuerpos, el aval de amar y conocer nuestro trabajo, la convicción de tener cosas que contar en escena, y la necesidad de dar cuenta de hasta dónde hemos llegado (o podríamos llegar), sin que las condiciones de producción marcaran con el hierro de la precariedad nuestro impulso y vocación de teatro.
Así pues decidieron enfrentarse a esta producción con nueve actores, y dos músicos en escena.