La sala de la provincia de la Diputación de Huelva recoge hasta el 31 de agosto el testigo de la exposición itinerante de fotografías de Jorge Garrido ‘Ermitas de repoblación en la Sierra de Huelva’, un proyecto expositivo itinerante encargado por la Diputación de Huelva para poner en valor esta parte del patrimonio de todos los andaluces con la ayuda de historiadores, arqueólogos y arquitectos, y con la colaboración de los propietarios y personas encargadas de los edificios.
El fenómeno de la repoblación en la Baja Edad Media con la llegada de colonos procedentes del norte de la Península Ibérica, desde el siglo XIII hasta el XVII, ha marcado el territorio de la Sierra de Huelva; desde la llegada de cultivos emblemáticos como el castaño, a los estilos constructivos de obras religiosas y civiles, pasando por todo un diccionario de términos en el habla de esta tierra que provienen del astur-leonés, gallego y portugués.
Las frecuentes refriegas con Portugal y la acción de bandoleros mermaron la población local que aún quedaba de tiempos almohades y al territorio fueron llegando gentes de Castilla y León en un proceso largo que duró varios siglos.
Con trasvase humano apareció lo que en arquitectura se denomina ‘estilo anómalo’’. Las iglesias de la comarca serrana se construyeron bajo los criterios estéticos existentes en las zonas de los repobladores, románico y mudéjar en sentido amplio, que habían tenido su auge en el norte años antes. A lo largo este periodo fueron apareciendo numerosas imágenes, especialmente marianas que sirvieron para alimentar el fervor religioso que afianzó la población al territorio y transmitió a los repobladores confianza para establecerse.
Otras ermitas fueron edificadas en lugares estratégicos para servir de apoyo a la vigilancia que ejercían castillos y fortalezas edificados en la frontera portuguesa. Se construyeron edificios religiosos en lugares que ya habían albergado templos romanos y visigóticos, reutilizando también construcciones árabes o judías que aún estaban en pie. La edificación de esta red de ermitas e iglesias cumplía, además de con la función religiosa, la de cohesión de un territorio diseminado y, sobre todo, una función de vigilancia y control desde los castillos de la banda gallega. La idea era que desde sus atalayas se pudieran ver entre si y establecer un sistema de comunicaciones que alertara sobre cualquier injerencia en el territorio recién conquistado.
Con las desamortizaciones pasaron a manos privadas numerosos edificios de la época de la repoblación, y muchos de ellos han sufrido desde entonces el abandono que les ha llevado a la ruina salvo algunas excepciones en las que los municipios se han hecho cargo de ellos.